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De otra maniobra, digamos, sorpresiva, echó mano el presidente Andrés Manuel López Obrador para evitar seguir hablando de su errática “estrategia” para combatir la inseguridad y a la delincuencia organizada y que lo ha terminado por enfrentar con la Iglesia Católica. Y ésta tiene que ver con que haya retornado a los reflectores, -previo mesiánico perdón-, ni más ni menos que a César Yáñez Centeno Cabrera, como el nuevo y flamante subsecretario de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos en la Secretaría de Gobernación.

Según se sabe, desde antes de hacer oficial dicho nombramiento, el no menos flamante secretario de Gobernación, Adán Augusto López, se lo había llevado a trabajar al Palacio de Covián e incluso, habría intercedido ante el inquilino de Palacio Nacional, para que descongelara a quien lo acompañó durante sus años de candidato, -desde 1997-, le llevaba la agenda a López Obrador y hasta las medicinas que se tenía que tomar durante aquellas exhaustivas giras por tierra a lo largo y ancho del país.

Sintiéndose como el hombre más cercano al tabasqueño, con un pie en los inicios de esta errada y llamada cuarta transformación, vino el fatídico día en el que vio su suerte y cómo el destino le jugaba las contras.

Como es bien sabido, en una glamorosa revista del corazón internacional, en la portada e incluso en sus primeras páginas se vio la boda al más puro y refinado estilo “fifí” que se organizó Yáñez, que contrajo nupcias con Dulce María Silva Hernández, calificada como “elegante y romántica” por la propia revista.

Entonces, el señor Yáñez hubo de enfrentar la visceral ira presidencial, porque hasta él y su esposa, Beatriz Gutiérrez, aparecieron en alguna foto del evento registrada en dicha revista, pero su mala y larga cara, le advertían al novio la crisis que se le venía encima.

De hecho, todos los medios hicieron números y calcularon la gran cantidad de dinero lo que le costó a Yáñez su boda. Así, el recién casado quedó congelado en un despacho, eso sí, de Palacio Nacional por cuatro años y cada vez que escuchaba los pasos que conocía con exactitud caminar por los pasillos del recinto o por las escaleras, se apresuraba a salir de su “apestado” cubículo para, con una sonrisa tímida y frustrada, tratar de captar la atención de López Obrador, aunque fuera el saludo, que nunca le contestó el tabasqueño.

De paso hay que señalar que por consigna, el exvocero lópezobradorista se ganó la animadversión ni más ni menos que de los radicales de Morena, a los que seguramente no les parecerá la decisión de su jefe, pero se tienen que alinear.

Ahora, en esta nueva posición en la que lo colocó López Obrador, quien fuera su más cercano, tiene importantes retos que muy probablemente no cumplirá, está muy oxidado. Si su largo nombramiento comprende atender los asuntos religiosos, quizás, el de Tepetitán lo quiera poner a prueba para ver si César Alejandro Yáñez logra destrabarle el enfrentamiento con la Iglesia Católica y hacer de alguna manera o como se pueda, tersas esas fracturadas relaciones. Baste ver su ficha curricular para comprobar que Yáñez se dice católico.

Y para quienes llegaran a suponer que el presidente, -al parecer-, perdonó a Yáñez para quedar bien ni más ni menos que con Porfirio Muñoz Ledo, porque el embajador y diputado es su cuñado ya que Bertha Yáñez, hermana de César es su segunda esposa, pues, nada de eso, el enfrentamiento entre el añoso legislador y el presidente, está a la orden del día.

Ahora bien, si el secretario de Gobernación, que se ha metido de lleno en el club de las “corcholatas y corcholatos” y supone que que lleva mano, piensa que la llegada del exvocero de su jefe le servirá para cuidarle las espaldas y le resolverá los asuntos que pueda tener durante sus cada vez más constantes ausencias para estar en la carrera por el 2024, pues de plano se equivocó. Nada más errado porque lo más probable es que César Yáñez no dé el ancho y se convierta en una decepción más, pero esta vez para el responsable de la política interna del país. Lo que sí hay que destacar, es que el excongelado funcionario, ya tomó partido en dicha carrera, y lo hizo por otro de los hombres más cercanos al inquilino de Palacio Nacional.

MUNICIONES

*** Doce periodistas asesinados en los últimos seis meses, es decir, en lo que va del año. Ahora, a las puertas de su casa en Ciudad Victoria, Tamaulipas, fue ultimado a tiros Antonio de la Cruz, quedando gravemente herida su hija Cinthia. Desafortunadamente el asunto, -para variar-, tiende a politizarse, pues por una parte, hay compañeros suyos que consideran un hombre de bien, de familia y culpan al gobierno de Francisco García Cabeza de Vaca, señalando que el crimen se trató de “una consigna”, mientras que por otro lado, se señala a una más de las omisiones de esta errada y llamada cuarta transformación, a la que no parece preocuparle que la lista de periodistas asesinados se siga ampliando.

*** Por cierto, si se trata de demostrar que en esta errada y llamad a cuarta transformación solo hay funcionarios incapaces, ahí está que el flamante vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, al que como la Piedra que encabeza la CNDH le avisó que la hija del periodista asesinado había fallecido, pues se adelantó y lo anunció, aunque luego tuvo que rectificar. ¡Qué mal tino del vocero!

*** Y qué cómodo para López Obrador, intentar zafarse del asesinato de los dos sacerdotes jesuitas, Javier Campos y Joaquín Mora Salazar así como del guía de turistas Pedro Palma, primero, acusando de que la violencia que se registra y que ha bañado de sangre al país, es producto del contubernio entre la delincuencia organizada con las autoridades locales y de ahí proviene la impunidad, ¿pues no que en esta errada y llamada cuarta transformación ya no había impunidad? Así, el tabasqueño no tiene más pretexto que echarle toda la culpa al gobierno de Chihuahua que encabeza la panista Maru Campos. Efectivamente y como el propio tabasqueño lo dijo en su gustadísimo “stand-up” mañanero, el gobierno estatal tiene que dar una muy amplia explicación de lo ocurrido en la sierra tarahumara de ese estado y, por otra parte, en un grave error cayó la gobernadora chihuahuense al decir, cuando ocurrió el hecho, que el asesinato había tenido “víctimas circunstanciales”. Pero lo que es cierto, es que el inquilino de Palacio Nacional no puede “lavarse las manos” con esas declaraciones pues, dicho sea de paso, nadie ha podido localizar al autor de dichos crímenes, aparte de que a diario se ven enfrentamientos en todo el país, entre elementos de la Guardia Nacional, en contra del Ejército, o cómo los delincuentes corretean a los militares, lo que habla de la descoordinación que hay y que a pulso, generó precisamente López Obrador.

morcora@gmail.com