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Nuevamente, la sociedad de Sinaloa salió a manifestarse a las calles de Culiacán para exigir la renuncia de quien dizque gobierna la entidad, Rubén Rocha Moya y si bien la primera vez lo único que atinó a hacer fue esconderse, ahora el Ejecutivo estatal salió para defenderse y decir muy afanosito que “el pueblo es el que pone y quita, no alguien que grita”.

Varias cosas habría que precisarle al indefendible Rocha Moya, en primer lugar, no es solamente una persona la que está demandando su salida; es prácticamente toda una sociedad justificadamente indignada la que le pide que se vaya, la que le grita a la cara su evidente ineptitud que cubre con el manto protector que le prodiga esta errada y llamada cuarta transformación, ahora en su segundo piso como resultado de las alianzas por debajo de la mesa y oscuras que presuntamente tiene el mandatario estatal y que quedaron evidenciadas luego  del nunca aclarado asesinato del diputado federal electo, Héctor Melesio Cuén  y la posterior captura de Ismael “el Mayo” Zambada quien fue puesto en suerte ni más ni menos que por su ahijado, Joaquín Guzmán y la guerra que se vive y que tiene convulsionado a Sinaloa.

El otro punto es que si por algo se ha caracterizado Morena y sus rémoras, es por tener ellos su propio concepto de lo que es el pueblo. Cuestión de recordar cuando Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia de la República, prácticamente promocionó el concepto del “pueblo bueno y sabio”, lo que más bien se debe leer como los seguidores del tabasqueño y ahora, de la presidenta Claudia Sheinbaum, incapaces de cuestionar cualquier decisión que se tome en esta errada y llamada cuarta transformación; teniendo como característica principal 95 por ciento de lealtad y nada, absolutamente nada de capacidad y conocimiento.

Vale la pena destacar que a esa masa afín al partido guinda, se le ha venido comprando el voto por medio de los conocidísimos programas sociales para los cuales, por cierto, ya no hay dinero que alcance.

Total, que en el caso que nos ocupa, con absoluto cinismo Rubén Rocha todavía tuvo el descaro de llamar a la unidad contra la delincuencia organizada, y eso sí, tuvo a buen recaudo decir que su gobierno no es el enemigo. Si ese fuera el caso, ¿por qué no aclara qué tiene que ver él  en la guerra que se traen los “Chapitos” contra la “Mayiza”?, porque cada vez es más obvio que está involucrado.

Y en todo este brete, el papel de Sheinbaum Pardo ha sido su característica tibieza, el decir “no pasa nada” en un país que como México, vive una situación bastante crítica. Optó la presidenta por “echarle la bolita” completa al gobierno de Donald Trump y prometió que cuando se dé una relación más fluida con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, insistirá en que Estados Unidos, detalle cómo se dio la detención del Mayo Zambada.

Hay un pequeño detalle no reparan en Morena y sus rémoras: Trump nunca le va a hacer caso a Claudia Sheinbaum de entrada, porque es mujer y la considera muy menor a él; si López Obrador la maneja como quiere, qué no hará el presidente de Estados Unidos, así de que eso de que habrá un diálogo fluido entre México y EU, ni hablar, por lo menos en los próximos cuatro años, de plano, no.

En las postrimerías de su errática gestión, López Obrador demandó explicaciones al vecino país del norte sobre la conexión entre el arresto de Ismael ‘El Mayo’ Zambada y el repunte de la violencia en Sinaloa y, ojo, nunca le hicieron caso.

Por lo demás, en varios de sus gustadísimos “stand-up” mañaneros, el tabasqueño reconoció que Sinaloa vive una situación de suma inestabilidad, entonces, ¿por qué el empeño de mantener a Rocha Moya en el Palacio de Gobierno de Culiacán?, y a Sheinbaum Pardo no le queda de otra que alienarse.

morcora@gmail.com