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MICROBIBLIA DEL POPULISMO (I)

AMABLES LECTORES:

+El populismo es la

democracia de los ignorantes

Fernando Savater

            CIUDAD DE MÉXICO.- Tomo, en síntesis, sin permiso y por ello presento disculpas, a nuestro escritor Enrique Krauze, su Decálogo del Populismo que publicó el 23 de ocubre del año 2005 en el diario Reforma y reprodujo en su último libro, El pueblo soy yo, para que ustedes también sinteticen el drama contra el que nuestro país debe luchar sin cuartel:

            “1. El populismo exalta al líder carismático. No hay populismo sin la figura del hombre providencial que resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo…

            “2. El populista no solo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella. La palabra es el vehículo específico de su carisma. El populista se siente el intérprete supremo de la verdad general y también la agencia de noticias del pueblo. Habla con el público de manera constante, atiza sus pasiones, ‘alumbra el camino’ y hace todo ello sin limitaciones ni intermediarios… Weber apunta que… la demagogia es la causa principal de ‘las revoluciones en las democracias’… Ahora, quienes dirigen al pueblo son los que saben hablar…’

            “3. El populismo fabrica la verdad. Los populistas llevan hasta sus útimas consecuencias el proverbio latino voz populi, voz Dei. Pero como Dios no se manifiesta todos los días y el pueblo no tiene una sola voz, el gobierno ‘popular’ interpreta la voz del pueblo, eleva esa versión al rango de verdad oficial y sueña con decretar la verdad única. Como es natural, los populistas abominan de la libertad de expresión. Confunden la crítica con la enemistad miitante, por eso buscan desprestigiarla, controlarla, acallarla.

            “4. El populista, en su variante latinoamericana, utiliza de modo discrecional los fondos públicos. No tiene paciencia con la sutileza de la economía y las finanzas. El erario es su patrimonio privado, que puede utilizar para enriquecerse o para embarcarse en proyectos que considere importantes y gloriosos, o para ambas cosas, sin tomar en cuenta los costos. El populista tiene un concepto mágico de la economía: para él, todo gasto es inversión. La ignorancia o incomprensión de los gobiernos populistas en materia económica se ha traducido en desastres descomunales de los que los países tardan decenios en recuperarse.

            “5. El populista, una vez más en su variante latinoamericana, reparte directamente la riqueza. Lo cual no es criticable en sí mismo (sobre todo en los países pobres, donde hay argumentos sumamente serios para repartir en efectivo una parte del ingreso, al margen de las costosas burocracias estatales y previniendo efectos inflacionarios), pero el líder populista no reparte gratis: focaliza su ayuda, la cobra en obediencia. ‘¡Ustedes tienen el deber de pedir!, exclamaba Evita (Perón) a sus beneficiarios. Se creó así una idea ficticia de la realidad económica y se entronizó una mentalidad becaria. Y al final, ¿quién pagaba la cuenta? No la propia Evita (que cobró sus servicios con creces y resguardó en Suiza sus cuentas millonarias) sino las reservas acumuladas en décadas, los propios obreros con sus donaciones ‘voluntarias’ y, sobre todo, la posteridad endeudada, devorada por la inflación. En cuanto a Venezuela (cuyos caudillos han partido y repartido los beneficios del petróleo), la improductividad del asistencialismo (tal como Chávez lo practicó) solo se sentirá en el futuro, cuando los precios se desplomen o el régimen lleve hasta sus últimas consecuencias su designio dictatorial.”

            CONTINÚA

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