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En México, donde “la vida no vale nada” y “la muerte nos pela los dientes”, nos hemos acostumbrado a desafiar y festejar a la “huesuda”.  Morir se ha convertido en un tema que transita entre el dolor, la frustración y el poder. En la historia reciente, los difuntos se cuentan por miles. Las causas se diversifican sin que nadie asuma la responsabilidad de las vidas perdidas.

Morir a la mexicana, va desde “causas naturales”, motivos de salud, accidentes, agresiones, feminicidios, homicidios, suicidios y Covid-19. En el catálogo del terror, hay que incluir a los más de 105 mil desaparecidos que buscan sus familiares en la gran fosa en que se ha convertido el país.

Pareciera que “la muerte tiene permiso”. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) confirmó que, durante 2021, en México se contabilizaron 1,117,167 defunciones registradas. 57.6 % correspondió a hombres, 42.3 % a mujeres y en 734 casos no se especificó el sexo de la persona.

En el pasado mes de octubre se registraron un total de dos mil 216 asesinatos en el país, según datos del Gabinete de Seguridad federal. Masacres, desaparecidos, feminicidios y asesinatos de periodistas se han convertido en una peligrosa cotidianidad. ¿Perdimos la capacidad de asombro, de horrorizarnos?

¿De verdad, aplica aquello: “El que por su gusto muere hasta la muerte le sabe”?

Convendría que, en estos días en que celebramos la muerte y el reencuentro con quienes han trascendido, reflexionáramos sobre las causas que enlutan a los hogares mexicanos y dediquemos un pensamiento o una oración a quienes perdieron la vida a manos del crimen organizado, la inseguridad y el deficiente sistema de salud. Honremos su memoria.

La Catrina: símbolo de muerte y sátira social, creada por José Guadalupe Posada, luce desde hace años varios trajes como el de la impunidad, la ineptitud, la negligencia, la demagogia y la indolencia.

También, La Catrina, símbolo internacional de la celebración del día de muertos en México, desnuda la soberbia gubernamental y la complicidad del poder que han convertido a México en panteón. Su efecto liberador se refleja ahora en los “antimonumentos”, la respuesta de la sociedad ante la violencia del Estado.

Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México, se ha convertido en una sala permanente de protesta para manifestar el recuerdo del dolor, la impotencia del desamparo y el desencanto en la procuración e impartición de justicia. Una memoria viva por nuestros muertos.

El más reciente es el que recuerda la “La tragedia de la Línea 12″, donde se logra ver la frase #FueMorena. Antes, fueron colocados el de los 43 normalistas de Ayotzinapa; el de los 49 niños de la Guardería ABC; los 65 mineros de Pasta de Conchos; La “antimonumenta Vivas nos queremos”, colocado por madres y familiares de víctimas de feminicidio; el “+72” en memoria de los migrantes asesinados en Tamulipas; el dedicado al movimiento estudiantil del 68 y en la batalla por sobrevivir está la “Glorieta de las mujeres que luchan” la figura morada de una mujer con el puño en alto.

Así las cosas, morir a la mexicana, se refleja ahora en los “antimonumentos” que desafían al Estado y le exigen una respuesta.

Vericuentos

Monreal vs. Guerra sucia

Una vez más,el coordinador de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, advierte que la división, por la campaña presidencial anticipada, “puede impedir que ratifiquemos el triunfo en el 2024”. Razón no le falta, luego del golpeteo al que fue expuesto por la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, brazo armado de sus oponentes en la lucha por la candidatura de Morena. El zacatecano pide no hacer caso a la guerra sucia que se ha desatado en su contra y expresa su rechazo “al rencor y al odio”. Dice que nuestro país requiere de la reconciliación nacional. Ahí les hablan en el Zócalo y en Bucareli. ¡Órale!

INE, ¿juez y parte?

Muy interesantes los datos que presenta la investigación, “Ventajas, costos y riesgos de la elección popular de las autoridades electorales en México”, elaborado por el investigador César Alejandro Giles del Instituto Belisario Domínguez. Revela que la propuesta de elegir mediante el voto popular a consejeros y magistrados electorales tendría un costo superior a los 8 mil millones de pesos, lo que contrasta con el principio de austeridad que busca el gobierno de Morena en su iniciativa de reforma electoral. Advierte que convertir a los árbitros en jugadores en la observación, aplicación y sanción de las normas electorales dejaría de ser un asunto técnico y legal para transformarse en una cuestión de popularidad sujeta a los humores y vaivenes de la competencia política.  Sobre todo, en un contexto de hegemonía partidista como el que se ha configurado en nuestro país desde 2018. Ojalá los legisladores lo lean antes de liquidar al INE, uno de los mayores logros de la transición democrática en México. ¡Vientos!

@guillegomora