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Adán Augusto López Hernández, Marcelo Ebrard Casaubón, Claudia Sheinbaum Pardo y el auto destapado, senador Ricardo Monreal Ávila, los cuatro muy calientes por la posibilidad de obtener la gracia de representar a Morena en la elección presidencial del 2024, deben ya pensar en serio, con responsabilidad, muy conscientes de lo que están apostando, y decidir jugarse el todo por el todo.

Ya. Ahora. Aquí y ahora.

(Fíjese que coloqué a la mujer en el último lugar de las corcholatas oficiales, con la intención de desmitificar lo que el feminismo llama lenguaje inclusivo, pero me temo que la señora casamentera está más cerca del corazón de Palacio y no por ser mujer; no sé por qué razones, porque los varones han jugado un papel muy preponderante en el apoyo al eficiente y eficaz desarrollo del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque no estén de acuerdo los amigos de Salinas de Gortari y del Señor X.)

Pero el asunto es que todos los cuatro suspirantes a agarrarse, y no dejar La Silla durante seis años, tienen que poner orden en su vida y en sus actividades. La verdad es que, aunque puedan, no se ve bien – es más, se ve pésimamente mal-, que dobleteen, en su encargo administrativo y en su loquera de ir y venir por donde pueden encontrar simpatizantes electorales, por ganar la candidatura de Morena, e irse en caballo de Hacienda a Palacio Nacional el primero de diciembre de ese año del Señor de 2024. Se exponen a que sus adversarios, yo les llamo enemigos políticos, los acusen de estar gastando dinero público en la loquera de sus andanzas en busca de caerle bien a todos, como monedita de oro.

La elegida del panteón de los chontales, que en realidad vienen siendo mayas (en Chiapas se les llaman choles), tiene que hacer mutis en el Palacio del Ayuntamiento, frente a la Catedral Metropolitana, para empezar la batalla por cambiarse de domicilio al palacio del lado derecho, donde ahora vive y despacha su adorado jefe. La señora tiene que poner ya en manos de no sé quién, el más dotado en las artes de administrar el gobierno citadino, el bastón de mando de la Ciudad de las horrendas construcciones – antes les llamaban rascacielos- que se levantan hacia las nubes cotidianamente, poniendo de muy mal humor a quienes tienen que subir en sus horrendos ascensores dizque inteligentes, y enfrentar los problemas urbanos, particularmente los más graves como los feminicidios, las desapariciones forzadas, los homicidios entre otras lacras, la drogadicción, el narcotráfico entre los otros como el cierre cotidiano de las entradas al centro de la ciudad que deja a sus habitantes como prisioneros en su propia vivienda. Ah, y también, con prioridad, la cacería de facinerosos que lucran con la industria de la construcción de condominios, especialmente en la albiceleste alcaldía Benito Juárez.

Otro tanto tienen que hacer los demás suspirantes. Adán Augusto López Hernández, que fue traído de Villahermosa donde fue electo gobernador de Tabasco, para que se hiciera cargo del oficio de negociador que no podía realizar doña Olga Sánchez Cordero, como “hermano” de AMLO. Eficiencia despliega el ex de La Sorbona de París por lo que debe buscar y elegir a algún personaje que realice los amarres con sabiduría, inteligencia, diplomacia. Y él lanzarse a la conquista de las simpatías populares, de las que adolece. Pero, igual que Claudia, Adán Augusto tiene a fuerzas que dejar la Secretaría de Gobernación y dedicarse, con sus propios recursos y los de sus padrinos, recursos legales, a empezar a recorrer el país, como lo ha hecho permanentemente su hermano, el de Macuspana.

Las tareas del canciller son vitales para las buenas relaciones de México con la comunidad internacional. México mantiene muy buena fama en los mercados globales, especialmente en los mercados emergentes, por la fortaleza del peso mexicano, que muchísimos inversionistas eligen para invertir a horas del día y a deshoras de la noche. Muy realistas también son las inversiones que del exterior vienen a la economía mexicana, entre otros buenos frutos del manejo de las relaciones internacionales desde la Cancillería asentada en el mero centro de la ciudad de México.

Pero igual. Marcelo tiene que decidirse a una u otra tarea. Continuar como representante de México ante los países de las comunidades internacionales, o cerrar su ciclo de miembro del gabinete presidencial e irse a recorrer el país en busca de las simpatías y el voto de la gente. Queda Monreal Ávila. La verdad es que no está muy claro si un senador que busca ser candidato tiene que abandonar sus tareas legislativas para dedicarse de lleno a su querencia. Pero el zacatecano debe definir sus simpatías y entregarse de lleno a su militancia partidista y no andar flirteando con los opositores con el pretexto de que tiene capacidad para relacionarse con todo tipo de alimañas.

Y veremos, como dice la gente de mi datcha, de qué cuero salen más correas…