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El más reciente conflicto entre Andrés Manuel López Obrador y Calderón, cuyo fondo de acusaciones de presidir “narcoestados” debería ventilarse en tribunales públicos, ha pasado a ser un pleito de cabaret, un desaguisado de opereta bufa, un pleito de comadres que deja a los dos muy mal parados. Se comprueba que ambos se han dedicado en su respectivo tiempo a proteger las actividades delincuenciales de El Chapo Guzmán y sucesores.

Con el añadido que perjudica frontalmente al actual, el de proteger también a los cárteles del Pacífico, a Los Zetas y al Cártel Jalisco Nueva Generación, encubriendo olímpicamente todas las actividades formales e informales, públicas y privadas, de sus integrantes, como si se tratara de revelar lo que de verdad son:

Ejércitos en toda forma, al servicio y bajo la complicidad del régimen, quintas columnas y formaciones de sicarios prestos para brindar cobijo a las giras del Jefe de Estado, contra los vituperios y ataques verbales de la población indignada que lo espera a la salida y lo hace correr a salto de mata por atrás de las zonas militares de provincia.

Triste espectáculo de un régimen encuerado, de un gobierno incapaz de solucionar uno solo de los problemas a que se comprometió en campaña, de un pobre presidente ignorante, ajeno a las responsabilidades esenciales, vencido por el peso de la opinión popular. Decadente, ennegrecido, fracasado.

La liberación de Ovidio Guzmán por el temor a que diera a conocer videos en su poder que retrataban los precisos momentos en que le entregaba los recursos a los miembros de la familia feliz del Palacio Nacional, más las reverencias a la abuelita el día que el “narcojunior” cumplía años, fueron la gota que derramó el vaso.

Casi la prueba concluyente, el testimonio de la sociedad establecida entre las dos familias, una en Palacio Nacional y otra en la operación de campo y el consecuente permiso para matar que otorga a los delincuentes el uso y disfrute del poder supremo, aunque sea prestado por seis años. Aunque vaya a ser pasado por la degollina dentro de algunos meses.

Por eso es por lo que nunca deben pelearse las comadres. La supervivencia del régimen unipersonal presidencialista se debió a taparse todos con la misma cobija. Por eso también se respetó durante mucho tiempo a los cuerpos castrenses oficiales, Ejército y Marina Armada.

Hasta que los mismos presidentes, incluido el actual, los convirtieron en guardias de cuerpo de las caravanas de narcotraficantes, y ahora, espectadores testimoniales de un poder de fuego moderno y sofisticado que deja a la población indefensa ante el poder de matar, el único que sí existe en este desafortunado país.

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Fueron 25 años en que los jerarcas del sol azteca, principalmente los “chuchos” ese grupo que ocupaba los principales cargos de elección popular y también en los gobiernos donde obtenían el triunfo, se  repartían entre ellos los cargos de elección popular plurinominales, saltando de una cámara a otra o hasta aprovechando las locales.

En esa ruta de los 25 años, los perredistas conquistaron varios gobiernos estatales, desde el de Michoacán tres veces, el de Zacatecas, Chiapas y Guerrero un par de ocasiones, el de Baja California Sur, Tlaxcala, Oaxaca, Morelos, Tabasco, manteniendo como divisa de ellos el Distrito Federal (Ciudad de México) ganado hasta cuatro veces.

Sin embargo, vino el resquebrajamiento del partido, el que se venía gestando desde varios años antes, debido a las disputas internas por el control de los principales cargos en disputa, donde el choque de las corrientes se producía con gran frecuencia.

La pelea por la dirigencia nacional dejaba saldos que no permitían la reconciliación, por lo que las paredes del partido se fracturaron e hicieron crisis cuando en 2014, el Movimiento de Regeneración Nacional recibió la aprobación para convertirse en partido político.

El éxodo de militantes de la izquierda del PRD a Morena se produjo rápidamente y en 2015 se enfrentaron en las urnas, en el principal reducto de los solaztequistas, dejando en claro el nubarrón que se pintaba en el horizonte del partido fundado el cinco de mayo de 1989.

  Ya para entonces el PRD había dejado de ser el partido ancla, al que se sumaban los pequeños y se colgaba del partido de la derecha (PAN), para conseguir triunfos en los que le compartían una pequeña rebanada del jugoso pastel.

  Hoy el PRD como el tricolor solo son un cascaron, a punto de cerrar las puertas, todavía aportándole a obtener algunas victorias pírricas en el 2021, pero ambas organizaciones a punto de bajar la cortina.

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hombresdelpoder.com