La labor del estadista no se limita al acto protocolario de cruzarse la banda sobre el pecho.
Ese tiliche está desprestigiado. Incluso lo enlodó López Obrador cuando se arrastró por el fango para llegar al Acapulco devastado, hace un año, por el huracán Otis. ¡Y decía que no arriesgaba la investidura!
Esa banda ya no representa casi nada. Ha sido convertido en un trapo mercenario, útil para demostrar lo que no se tiene, lo que nunca se ejerció con patriotismo y dignidad.
Debe demostrase que esa banda tricolor bordada con hilos de oro es, desde ahora en adelante, la insignia del nacionalismo democrático que se pretende. El orgullo de la mexicanidad por la independencia y la soberanía cueste lo que cueste.
La decisión de limpiar los establos de corruptos como los integrantes de “El Clan” –hijos de AMLO y cómplices–, de restaurar la equidad, honrar el voto mayoritario, sí, pero también y, sobre todo, respetar a quienes no votaron por quien ya es Presidente, la señora Claudia Sheinbaum.
Pareciera un sueño de opio, pero lo deseable es que nunca más el pretexto simbólico otorgado a los morenistas que nos avergonzaron ante la comunidad internacional, que convirtieron al país en “un corral” –Ernesto Zedillo, dixit– para inmigrantes a cambio de dólares devaluados de un Imperio en declive, que nulificaron la voz de las conciencias, que destrozaron hasta los sentimientos nacionales en pos de su aventura descocada de perpetuidad en el poder y de un cambio de régimen.
De Sheinbaum se espera que sea estadista.
Que no sólo gobierne para los prosélitos de la 4T, la mayoría de ellos “comprados” con apoyos económicos y sin la mínima idea de qué fue por lo que votaron. De para qué asisten “acarreados” al Zócalo.
Pero en el cierre de discurso de toma de posesión, lástima, el “¡viva la Cuarta Transformación!”, indica que como lo hizo su antecesor, en el proyecto de Sheinbaum estarán excluidos quienes no le sigan la corriente.
Y eso no es propio de quien se dice demócrata.
De quien de dientes para fuera repite que gobernará “para todos y todas”.
Pocos, muy pocos se lo creen.
¿Habrá capacidad de respuesta?
Y de su equipo, ¿qué esperar si, tan sólo para empezar, no es suyo? Fue, es y será de ese otro ya Innombrable que es su antecesor.
Habría que recordar que ese viejo mañoso que fue Don Adolfo Ruiz Cortines, el que dijo que los políticos deberían ser “zurcidores de almas en desgracia”, también señaló, a pregunta expresa sobre su equipo de trabajo en la Presidencia: “todos somos distintos, como los dedos de la mano, pero en el momento de empuñarla, todos somos iguales y compactos”.
¿Le responderán de la misma forma a Sheinbaum las Rosa Icelas, los Ebrards, por ejemplo? No es el caso.
Don Adolfo sabía de lo que hablaba, pues del mismo modo que confiaba en los diferentes, era implacable a la hora de pedir cuentas. Once cabezas de gobernadores rodaron en los primeros meses de su sexenio, fundamentalmente ahijados de Miguel Alemán que no quisieron hacer caso del llamado a la honestidad.
¿Procedería igual doña Claudia con los Rochas, de Sinaloa, las Evelyn, de Guerrero, los Rutilios, de Chiapas? Tampoco lo creo.
Cierto. Hoy el país es otro. Ha cambiado en las reglas de la democracia representativa y esperamos que en las de la participativa.
Pero en el fondo, las máximas de lealtad, disciplina y sentido de la proporción de las cosas siguen siendo las mismas.
Aplican igual para todos, en mayor medida para los más cercanos al poder del hombre de Tepetitán que es a quien deben su 90% de lealtad y, generosamente digamos, su 10% de capacidad.
No basta con decirlo una vez. Hay que repetirlo hasta el cansancio:
AMLO hereda a la sucesora un crucigrama de la desigualdad, un país sin ley, una seguridad pública destrozada, y una seguridad nacional entregada sin concesiones al poder de fuego de las armas privadas…
… y de los obuses internacionales provenientes del negocio del trasiego y la merca de presiones sobre la economía popular y la convivencia pacífica de los mexicanos.
El poder que existía fue utilizado para llenar esos bolsillos, para masacrar a los inocentes, para desaparecer a los adversarios de ese modo indigno de vida.
“El primer piso” de la 4T trajo a México una caterva de ignorantes, improvisados y descastados que hoy dejan como legado problemas mayúsculos, más grandes e incontrolables que todos los que conocieron las últimas generaciones.
¿Habrá capacidad para solucionarlos?
¿Abolirá las recientes reformas?
Llegó el momento de pactar un nuevo acuerdo nacional.
El que prevalecía fue echado al caño en el pasado reciente por la arbitrariedad reinante, la corrupción, la molicie, la imposición y la barbarie que impedían cualquier posibilidad de empezar seriamente a reconstruir el país, restaurar el poder, acabar con el desenfreno.
Es la hora de la justicia jurídica, social, económica y política. Cimentar las bases sólidas de lo que queremos ser en lo inmediato, siquiera en el futuro previsible. Retornar a la racionalidad, la sensatez, la equidad, las formas de civilización y de cultura que signifiquen la convivencia. Retomar la senda que los fundadores de la Nación nos legaron.
Abolir la Reforma Judicial que deforma a ese Poder. Reformar lo reformado en cuanto a la militarización de la Guardia Nacional son tareas colosales y urgentes. Ojalá se atreva.
Un entendimiento común sobre las metas esenciales y los procedimientos para lograrlas. Un auténtico blindaje democrático que se ajuste a la necesidad ineludible de recuperar un sistema de vida que se funde en el constante mejoramiento material, cultural y social del pueblo.
Es la hora de las definiciones, ahora que aún se puede… y se debe.
Tiempo ya, también, de cortar de tajo la mezcla de negocios y política, el patrimonialismo que caracterizó a los hijos, parientes y allegados del fundador y aún líder indiscutible de Morena.
Llegó la hora de detener, en consenso, el poder omnímodo de los cacicazgos regionales y nacionales, los barruntos de balcanización, el crecimiento exponencial de la violencia criminal, el rezago educativo, la inseguridad crónica, el debilitamiento constante del Estado y la capacidad de fuego de los poderes extralegales.
Cortar de tajo la cereza de un pastel macabro sustentado sobre el corporativismo corrupto, el patrimonialismo, la influencia indebida de los socios, coyotes y familiares en las decisiones públicas, la mezcla de negocios y política y el control sobre el dinero que inclina balanzas electorales, pero en serio.
Mientras más tardemos en aceptar e iniciar un nuevo acuerdo, contribuiremos a fortalecer las resistencias, los embates de los grupos de poder que se benefician de un tiempo y de un espacio que nunca les ha pertenecido.
Sheinbaum no tiene derecho a fallarle a la historia.
Menos a recurrir a la cómoda amnesia.
Debe empezar por limpiar la casa de sus enemigos jurados, muchos de ellos dentro de su propio partido, Morena.
Indicios
El diferendo con España iniciado por Beatriz Gutiérrez Müller y llevado a la práctica por su hubbie –maridito, en inglés– López Obrador ya sobrepasó los límites al llegar a los insultos. Fue el vocero del partido ultraderechista Vox, Alejandro Nolasco, quien rebajó el inútil y del todo innecesario debate, a la calificar a la Presidente Sheinbaum como “analfabeta” e “ignorante”. A lo mejor lo es en materia de Historia, pero como se dice por ahí, es nuestra analfabeta y es nuestra ignorante. * * * Por hoy es todo. Reconozco la lectura que usted ha hecho de este Índice Político. Y como siempre le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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