Compartir

A dos años de su triunfo electoral (1 julio 2018), Andrés Manuel López Obrador (AMLO) está en campaña de nuevo. El presidente afirma que será el “guardián de la elección” de 2021. No aparecerá en la boleta, pero quiere ser el foco de atracción de los votantes para renovar la Cámara de Diputados Federal, 15 gubernaturas y cientos de presidencias municipales y diputaciones locales.

No es facultad del presidente vigilar, ni juzgar los procesos electorales, pero a López Obrador le urge salir de los temas que no controla y no domina: crisis sanitaria por Covid_19; crisis económica; desempleo; inseguridad y la relación México-Estados Unidos.

Andrés Manuel regresa a su hábitat electoral, al mitin, en su papel favorito de candidato eterno, de jefe de campaña. Subordina el compromiso de gobernar a más de 120 millones de mexicanos y la investidura presidencial, a los intereses del partido en el poder (Morena).

Regresa de la mano de su fantasma favorito: el fraude. Vacuna la derrota. Prepara el terreno para descalificar al árbitro si los resultados no le son favorables. Como siempre lo ha hecho, incluida la elección del 2018 en la que ganó.

AMLO replica los vicios que tanto criticó en otros sexenios y lo llevó a inmortalizar la famosa frase “cállate chachalaca”, cuando le exigió a Vicente Fox que no se entrometiera en las elecciones de 2006. Hoy, hace lo mismo generando un clima muy peligroso de inequidad y desequilibrio que socava la democracia.

Olvida que el “guardián presidencial”, no puede ser juez y parte de un proceso que coordinan y vigilan organismos autónomos como el Instituto Nacional Electoral (INE) y la Fiscalía General de la República (FGR). Además de los ciudadanos que participan el día de las elecciones en las casillas. Poco más de un millón de mexicanos que son guardianes neutrales del voto.

La autonomía ganada en los órganos electorales, hace más de 20 años, ha permitido tres alternancias en la Presidencia de la República, decenas de alternancias en los estados y miles de alternancias en los gobiernos municipales. Prueba irrefutable de que el partido en el poder no es invencible.

La estrategia de López Obrador es clara: esconder la realidad; polarizar en dos bandos al electorado: el que está a su favor y el que está en su contra. Dividir para vencer. Debilitar los contrapesos, económicos, políticos y sociales para erigirse como el salvador impoluto de la política; de su #4Transformación que acabará con todos los males que agobian a México.

Por eso quería estar en la boleta del 2021, para protagonizar el mejor de sus roles: el de candidato y conducir la campaña para activar su amplia base social. AMLO vive entre su obligación como Presidente de la República y su condición de militante y dirigente real de su partido, aunque lo niegue. Nada en Morena se mueve sin la venia de “su dedito”.

Aprovecha todos los foros a su disposición para mezclar sus dos facetas con el objetivo que actualmente se ha fijado: polarizar al máximo la situación política. Así lo advirtió el 31 de mayo, en el mensaje de inicio a la “nueva normalidad”: “El año próximo vienen las elecciones para renovar el Congreso, ahí la gente va a votar si quiere que regrese el conservadurismo, que regrese la corrupción, que regresen los privilegios. El pueblo es libre y yo voy a respetar siempre el mandato popular”. ¡Ajá!

Sus hechos y sus dichos lo contradicen, el Jefe del Estado mexicano cree que sus derechos como persona son más importantes que el derecho del país a tener un presidente responsable, neutro, que mantenga sana distancia del proceso electoral. AMLO polariza en lugar de convocar a la unidad.

Para él todos los partidos opositores representan lo mismo, el regreso del pasado obscuro, opuesto al presente luminoso de su #4T. La experiencia indica que las crisis tienen efectos negativos en la evaluación gubernamental y en la intención del voto hacia el partido gobernante.  Incluso, considerando una oposición débil y desarticulada, ya veremos en el 2021 cuál será la evaluación ciudadana.

Vericuentos

T-MEC – Congreso

Nuevamente el oficio político del presidente de la Jucopo en el Senado, Ricardo Monreal, salvó el periodo extraordinario para aprobar las cinco leyes y el Acuerdo en Materia de Cooperación Ambiental relacionadas con el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). La cláusula de patentes, que permite el desarrollo de medicamentos y su obtención de registro sanitario, había complicado las conversaciones, que logró destrabar Monreal, con PAN, PRD y PVEM. Por cierto, en el acuerdo suscrito se reconoció al PRD como fracción parlamentaria y a su coordinador, el senador Miguel Ángel Mancera, cuando apenas el 3 de junio pasado se hablaba de la disolución de esta bancada.

@guillegomora