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Como cada seis años, los mexicanos atestiguamos los diversos rituales de quienes aspiran al poder en los diversos niveles del sistema político. Vamos desde “los tapados, ahora corcholatas”, los “designados-electos”, por encuesta, hasta la fracasada modalidad de los independientes.

La Babel política que inició en 2018, llegó para quedarse luego de la creación de la coalición “Juntos Hacemos Historia” formada por Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el Partido del Trabajo (PT) y Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y la contraparte del “Frente Amplio por México”, integrado por los partidos Acción Nacional(PAN), Revolucionario Institucional (PRI), de la Revolución Democrática (PRD)

En el caso de la coalición del partido en el poder, integrada por dos partidos de izquierda y uno de derecha, se benefician electoralmente de la figura de Andrés Manuel López Obrador, quien sigue en campaña, ahora, desde la tribuna presidencial, con el respaldo de los programas del bienestar, que le permiten mantener y aumentar su estructura clientelar a billetazos.

Por su parte, la Alianza “Va por México”, panistas, priistas y perredistas la ofrecen dentro y fuera de sus organizaciones como si fuera la solución al “autoritarismo e individualismo de López Obrador”. Le atribuyen toda clase de beneficios para resolver los problemas nacionales en menos de lo que canta un gallo.

Sin embargo, las alianzas no han logrado avances substanciales para ganar elecciones y derrotar al gran enemigo del sistema político mexicano: el abstencionismo. El pasado cuatro de junio se repitió la dosis: elecciones de tercios en el Estado de México y Coahuila.

Los triunfos alcanzados por las alianzas de Morena y la oposición sólo obtuvieron un respaldo de 30% de los ciudadanos, mientras que un 70% de quienes acudieron a las urnas manifestó su desacuerdo con el ganador o con el sistema político vigente y aplicaron el voto de castigo a la partidocracia.

El hartazgo social y la polarización, avanzaron en el territorio nacional y electoral. ¡Aguas!, la promiscuidad ideológica ha abierto un espacio al populismo. Los partidos políticos dejaron de ser representativos.  Ahora, los ciudadanos eligen a un candidato, no votan por una ideología.

Es el voto prosistema vs antisistema. La violencia; la crisis económica; la ausencia de propuestas de los candidatos; La falta de motivación por el incumplimiento de promesas políticas, o apatía, ha reducido la participación ciudadana a un 30 o 40% en los comicios.

Además, la narcopolítica se impuso al sistema tradicional, designa candidatos y controla la jornada de votación como lo atestiguamos en las elecciones recientes. Los criminales tienen el control del poder político a través de personeros que representan sus intereses y les deben el cargo, bajo la consigna de ¿plata o plomo?

Hoy, rumbo a las elecciones de 2024, la partidocracia mexicana se prepara nuevamente para reagruparse y dar la batalla por el control del poder. ¡Al diablo las ideologías!, bienvenido el pragmatismo por el triunfo electoral sin escrúpulo alguno.

En la antesala del 2024 México retrocede peligrosamente hacia el presidencialismo. La alternancia política es una utopía. Morena consolida su hegemonía territorial sin contrapesos regionales al poder que concentra y detenta Andrés Manuel López Obrador, desde Palacio Nacional. La prometida transformación nos regresó al centralismo.

La pantomima de la encuesta en Morena, dejó al descubierto su genética tricolor que tanto cuestiona: el “dedazo”. La simulación, desde el nombre del cargo: «coordinador de los comités de defensa de la Cuarta Transformación», evidencia que el “rayito de democracia”, sólo ilumina a quien practica el evangelio según San Andrés: “estás conmigo o contra mí”.

El mandato de las urnas está en riesgo. México se debate entre la ambición presidencial de reconcentrar el poder y un persistente pero débil pluralismo que no se traduce de manera fiel en los espacios formales de representación política. Los partidos de oposición enfrentan el reto de recomponer sus estructuras para mantenerse competitivos o desaparecer.

Así las cosas, la lucha partidista ha sido sustituida por una guerra de facciones que está reconfigurando el sistema político de México rumbo al 2024. Los juegos de poder entre los aspirantes se intensifican y confirman aquella máxima del periodista español Rafael Barret, «en política no hay amigos; no hay más que cómplices”.

Vericuentos

Mancuerna Ebrard-Monreal

Una vez más, Ricardo Monreal, hizo gala de su oficio político y pidió a la dirigencia de Morena, a cargo de Mario Delgado, y al presidente del Consejo Nacional de ese partido, Alfonso Durazo, sustituir a la casa encuestadora que él propuso e incluir la de Marcelo Ebrard. El zacatecano aplicó la “reconciliación” que tanto promueve en su campaña por la candidatura presidencial. ¡Órale!

FAM: Dos mujeres, una candidatura

En el Frente Amplio por México, hay señales de alerta. En la etapa final del proceso para elegir al candidat@ presidencial para el 2024, los priístas están operando su estructura territorial, a la vieja usanza, para apoyar a Beatriz Paredes. ¿Será que los panistas se crucen de brazos y permitan el atropello en contra de Xóchitl Gálvez y Santiago Creel? Mala señal para el apoyo ciudadano que apuntaló la creación del Frente. ¡Aguas con Alito-Amlito”

@guillegomora