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Hazaña de Jorge Gabiño Ambriz:

le ganó un pleito a ¡AMLO..!

Le presento disculpas a doña Rosario Piedra Ibarra por no dirigirme a ella desde el inicio de estas lìneas por su merecido ascenso a la CNDH, pero le aseguro que me dirijo a ti, diputado y estimado colega y amigo, con el afán de defender su nombramiento.

            El principal problema que tienes, diputado Gabiño, en este asunto, es que vas a pelear con el gran denostador hasta de los asuntos legales y de justicia cuando no se pliegan a su propio concepto sobre la justicia y las normas legales; y si el sistema le dejó actuar así durante toda su ruta  activista, él entiende -según él entiende- que como Presidente de la República puede mantenerse en el mismo rumbo de siempre: su propio capricho…

            Así pues, Jorge, te has embarcado en un asunto desquiciantemente peliagudo si antes no logras que el Poder Judicial de la Federación que no se vaya a quebrar ante el Jefe actual del Poder Ejecutivo, como ya lo ha hecho a estas alturas del partido mandando, junto a él, al diablo a las instituciones aun a pesar de que juró respetarlas, defenderlas, apoyarlas y actuar como ellas lo establecen.

            Yo no puedo concebir la idea de que Rosario Piedra Ibarra vaya a desobedecer y a violentar las normas que rigen a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, porque sus genes y sus experiencias de vida están impregnadas por la vivencia brutal de haber perdido a su hijo en condiciones que cobijó aquel Estado Mexicano cuya costumbre fue aplicar a sus amigos justicia y gracia y a sus adversarios justicia a secas; y además porque nació en el vientre de otra mujer que tambien, por las condiciones que le generaron sus propias experiencias de vida, ha peleado como todo activista sabe hacerlo -y las mujeres suelen hacerlo con mayor en rectitud y honestidad que los hombres, así lo pienso…-, carga con las aberraciones que generaron la desaparición de su hijo, pero desde mucho antes de que su propia tragedia la destrozara, pero al mismo tiempo amplió y enardeció más la furia contra la brutalidad como política de Estado.

            Por todo lo anterior me pareció magníficamente atinada la decisión del presidente López Obrador de haber enviado a doña Rosario a una instancia que cobija los derechos de todos los mexicanos, pero de manera sobresaliente nuestros derechos humanos, porque así legitimó la travesía de esa mujer por los pantanos y las tormentas de odio y malignidad que por desgracia soportó -y con ello propició- al viejo sistema de oídos sordos, ojos ciegos y labios mudos ante la infamia y la deshonestidad de sus coacusados…

            López Obrador y Piedra Ibarra son de una hechura, si no similar, sí muy identificada con la justicia igual para todos, pero principalmente para ayudar a ascender a todos los que permanecen muy por debajo de esa línea de flotación, a que alcancen la altura que los que pertenecemos a este país tenemos por historia, por origen y por conciencia humanitaria. Interpreto tu intervención como un acto de solidaridad con esa renovación de la justicia mexicana…  

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