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Como si se tratara de una premonición, hace más de 40 años, Jesús Reyes Heroles advirtió: “Pensemos precavida y precautoriamente que el México bronco, violento, mal llamado bárbaro, no está en el sepulcro; únicamente duerme. No lo despertemos (porque) todos seríamos derrotados.”

Sí, nos venció el México bronco. La violencia habita en cada rincón del país, en sus diversas formas y facetas. Cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, revelan que durante junio de este año se registraron 15 mil 122 homicidios dolosos; el promedio diario de víctimas de homicidio doloso es de 83 casos y el feminicidio aumentó, se contabilizaron 438 casos en este semestre.

El nivel de violencia en el país se agudiza, la acción policíaca y militar resulta insuficiente e ineficaz. La estrategia del gobierno falló, ataca las consecuencias e ignora el origen del problema: la destrucción del tejido social.

La agresión se ha vuelto una constante en la casa, la escuela, la calle, el lugar de trabajo, incluso se justifica como un “acto de amor”, de lucha de clases y en algunos casos adquiere tintes aspiracionales. Basta ver el invasivo fenómeno de la narcocultura que llega a los hogares, en telenovelas, series de televisión, películas, corridos, diseños de ropa y estilos de vida.

No hay límite, ya vimos lo sucedido en Chilpancingo, Guerrero, donde los cárteles de los Ardillos, la Nueva Familia Michoacana, Los Tlacos y los Jaliacos, se disputan el poder político, el tráfico drogas en todas sus variantes y otros negocios como la extorsión y cobro de piso.

Expertos en seguridad y narcotráfico afirman que los criminales controlan la región en complicidad con los dirigentes locales de la política, la iglesia y algunos que hacen labores sociales de asistencia humanitaria. Una vieja historia de pactos con el crimen organizado que les garantiza la supervivencia y una paz social suspendida por alfileres.

Eduardo Guerrero, director general de Lantia Intelligence, afirma que “Los Ardillos”, tienen presencia y control en 22 municipios en Guerrero; su brazo armado es el grupo “Autodefensas comunitarias por la libertad”, conformado por habitantes de éstos lugares.

Por ejemplo, en Chilpancingo “Los Ardillos” controlan los territorios para fines de transporte público y en ese negocio compite con otra organización criminal llamada “Los Tlacos”, con los que se ha repartido los sitios y rutas, no siempre de manera cordial y de ahí las protestas. Además, en Guerrero, los alcaldes de los municipios pequeños y grandes están sometidos por las amenazas hasta el punto de que los criminales deciden quién puede o no participar en las elecciones en cada lugar.

Incluso, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, reconoció que en algunos lugares de Guerrero el crimen organizado cuenta con autoridades municipales a las cuales impulsaron para lograr el triunfo y advirtió que la violencia en la entidad no va a desaparecer por “arte de magia”.

El pasado 12 de julio, en “la mañanera”, López Obrador, aceptó que hay zonas del país donde grupos de la delincuencia organizada cuentan con una base social que las protege y les permite actuar en impunidad y puso como ejemplo lo que ocurre en Chiapas:

“En los últimos tiempos, ya lleva años, empezaron a operar bandas de la delincuencia organizada en la Lacandona, de hace 20, 30 años, por los límites con Guatemala…en el Municipio de Benemérito de las Américas, Chiapas, por ejemplo, pobladores apoyan a criminales para que puedan descargar cargamentos de cocaína”

Otra muestra palpable del México bronco y la socialización del delito, es lo que sucede en Puebla, Hidalgo y Guanajuato, con los “Huachicoleros”, donde el robo de hidrocarburo es visto como un “trabajo” en el que la gente se involucra, robando, vendiendo y trasladando combustible, obteniendo ganancias económicas sin remordimiento alguno, hasta crearon un aliado celestial: El “Santo Niño Huachicolero”.

Lamentablemente, la socialización del crimen, alcanzó al bono demográfico nacional. En el informe “Violencia, niñez y crimen organizado”, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, expone comolos niños son “integrados” a organizaciones criminales a partir de los 10 y 11 años de edad. Revela que alrededor de 30 mil niños y jóvenes en México trabajan para la delincuencia organizada en actividades que van desde la extorsión, el tráfico de personas, el secuestro, hasta la piratería y el narcotráfico.

¿Será que, por salud pública, debamos atender la sugerencia de Sara Sefchovich, socióloga y escritora, que plasma en su libro “¡Atrévete! Propuesta hereje contra la violencia en México,” donde señala: “Fracasadas las acciones gubernamentales… ¿La única solución está en un movimiento de abajo hacia arriba… enfrentar la delincuencia desde el ámbito familiar, con las armas del afecto”?

Vericuentos

Violencia electoral

Reza la sabiduría popular que, “es mejor prevenir que corregir” y la senadora Xóchitl Gálvez anunció que, si bien “no ha visto nada raro que pueda preocuparle,” dejará de utilizar la bicicleta en sus recorridos porque es vulnerable en ese medio de transporte. La aspirante presidencial no cree que el presidente López Obrador “sea capaz de hacerle algo”, sin embargo, consideró que debe parar la violencia verbal en su contra. ¡Uff! Cuando el río suena es que, amenazas lleva… ¡Tómala!

@guillegomora