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La apertura que comienza a tener la economía sin que se haya superado aún la crisis sanitaria hará necesario contar con pruebas que permitan conocer mejor la velocidad de los contagios.

A un año de la crisis del coronavirus y con cerca de 200 mil muertes sólo en hospitales se revalora el tema de la aplicación de pruebas rápidas.

Y es que para evitar nuevamente el cierre de sus actividades productivas ante el riesgo de un posible tercer pico de la pandemia varias industrias han optado por aplicar de manera frecuente pruebas rápidas de antígenos a su personal, ya que un nuevo regreso al confinamiento significaría la quiebra de muchos negocios.

Con la aplicación de estas pruebas, el sector empresarial busca demostrar a la autoridad que sus centros de trabajo no representan riesgo ni son focos de contagio, y son negocios seguros.

En el mercado mexicano existen cuatro pruebas de este tipo que se están comercializando, sin embargo la prueba de mejor desempeño según el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (INDRE) ha sido la Standard Q Ag, desarrollada por el laboratorio de Corea del Sur, SD Biosensor.

Su certidumbre en los resultados la han llevado a que organismos como el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que dirige Zoé Robledo Aburto haya adquirido a principios de este año 2.6 millones de pruebas Standard Q Ag para aplicarlas en sus clínicas y hospitales.

También grupos del sector privado como Carso de Carlos Slim Helú la han utilizado en sus diferentes empresas como Telcel, Sanborns, Sears e Inbursa.

Las pruebas rápidas de antígenos por su confiabilidad son hoy por hoy una herramienta esencial para la reactivación económica, e incluso en algunas de las industrias más golpeadas, como la turística, las están utilizando para mantenerse activos, tal es el caso de Xcaret, en Quintana Roo, y en las cadenas hoteleras Hyatt y Hilton.

La ruta del dinero

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